Los colores no solo tienen un efecto estético, sino que también influyen en nuestras emociones y, con ello, en nuestras conductas y estado de ánimo.
El color, dependiendo de su tonalidad, saturación y luminosidad, activa ciertas áreas del cerebro, provocándonos ciertos efectos emocionales (por ejemplo, los tonos cálidos pueden hacernos sentir más activos o excitados, mientras que los tonos fríos tienden a provocarnos sensación de calma).
Si bien es cierto que la interpretación que hacemos de cada color y la afectación que tiene este sobre nuestro estado de ánimo es bastante subjetiva, ya que influyen aspectos como vivencias anteriores, aspectos culturales o el uso tradicional que se le haya dado hasta ahora (por ejemplo, en occidente, la relación entre el duelo y el color negro); hay estudios que demuestran que, por ejemplo, el color rojo hace que se acelere nuestro ritmo cardiaco y, con ello, se aumentan la cantidad producida de adrenalina, lo que hace que nos sintamos más enérgicos.
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Blanco: Pureza, virtud y limpieza.
Negro: Sobriedad, elegancia, formalidad, misterios, lo desconocido, muerte.
Gris: Tenacidad, paz, tranquilidad.
Azul: Seriedad, limpieza, confianza, tranquilidad, frescura, tristeza.
Rojo: Pasión, fuerza, vitalidad, peligro, energía, agresividad, virilidad.
Amarillo: Energía, alegría, felicidad, poder, riqueza, ira, traición, envidia.
Verde: naturaleza, juventud, esperanza. Los verdes suaves suelen provocar calma, mientras que, los tonos más fuertes, incitan a la actividad.
Naranja: Energía, calidez, atrevimiento, sensualidad, lo divino.
Rosa: Los rosas suaves se asocian a los conceptos de dulzura, delicadeza, inocencia y amor puro. Los tonos más fuertes se relacionan con el romance, el amor, la pasión.
Morado: Sofisticación, elegancia, espiritualidad, nostalgia, misterio, realeza.