La actividad humana está ejerciendo una enorme presión sobre el sistema territorial. El aumento de la demanda de productos agrícolas ha llevado a la rápida y generalizada expansión de las tierras agrícolas, así como la intensificación en la producción de alimentos y fibras que afecta el cambio climático.
Esto, a su vez, ha tenido impactos sustanciales en múltiples fronteras planetarias, incluida la integridad de la biosfera, los flujos biogeoquímicos y el uso del agua dulce.
Te podría interesar: Conoce al hombre que quiere plantar 5 millones de árboles
Te podría interesar: La gripe A altera nuestra microbiota intestinal
Estos impactos generalizados plantean preguntas urgentes sobre la sostenibilidad de los actuales sistemas de producción de alimentos y su resiliencia al cambio climático.
Además, la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra contribuyen con aproximadamente el 23% de las emisiones antropogénicas anuales de gases de efecto invernadero en equivalentes de dióxido de carbono.
Las soluciones climáticas basadas en la naturaleza, como plantar árboles, no serán una parte tan importante de la solución mundil al cambio climático como planean actualmente los gobiernos, y depender de ellas es “arriesgado”.
Actualmente, muchos países confían en poder eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera en el futuro como una forma de retrasar o evitar recortes significativos de emisiones.
Reforestación
La reforestación es una de esas formas de eliminación de dióxido de carbono basada en la tierra, a veces llamada “compensación” , donde se utilizan prácticas tecnológicas o ecológicas para capturar dióxido de carbono de la atmósfera y encerrarlo, eliminando así su contribución al calentamiento global.
El cambio de uso de la tierra a esta escala pasa por alto el hecho de que ahora habitamos en un planeta usado: hay poca tierra que pueda usarse para CDR sin tomar algunas decisiones difíciles.
Las complejas decisiones incluyen la conversión de enormes extensiones de tierra a bosques, lejos de sus usos actuales, como tal vez la cría de ganado o la producción de cultivos, con grandes implicaciones para la seguridad y el desarrollo sostenible.
Además, las tierras agrícolas del mundo están divididas en 600 millones de granjas, la mayoría de ellas de menos de 1 hectárea, y muchas de ellas con propiedad insegura o en disputa, lo que hace que la coordinación de la implementación a gran escala sea extremadamente desafiante.