Mary Vincent tenía 15 años cuando pedía jalón en una ruta de Estados Unidos, Lawrence Singleton se ofreció a llevarla, allí se inició el calvario de la joven.
INTERNACIONAL.- Era otoño en el hemisferio norte, septiembre de 1978, cuando Mary Vincent, de 15 años, pensó que sería una buena idea pedir jalón para ir al cumpleaños de su abuelo, la joven no sabía el calvario que sufriría, quien vivía a unos 600 kilómetros de distancia, en los años 70, ese modo de viajar era frecuente entre los jóvenes, de dónde estaba, cerca de San Francisco, hasta la ciudad de Corona, dentro del mismo estado de California, en los Estados Unidos, se demora poco menos de siete horas en auto.
Como no disponía de dinero, la calurosa tarde del viernes 29 de septiembre de 1978, salió desde Berkeley luego de escribir en un cartón “Rumbo al sur”, se dirigió hasta la autopista interestatal 5 con otras dos chicas, se paró a mover su cartel esperando que alguien se conmoviera y detuviera su marcha para ofrecerse a llevarla en su auto.
En un momento una van de color azul salió del camino y paró en la banquina, al volante iba un hombre mayor, a Mary le recordó a su abuelo, les preguntó hacia dónde iban, pero les aclaró que solo tenía lugar para una pasajera, las chicas vieron que la camioneta parecía vacía y dudaron, les pareció sospechoso, pero Mary dijo que ella quería llegar a la ciudad de Los Ángeles y a pesar de las advertencias de las otras dos chicas que no aprobaban que fuera sola, ella decidió subirse, estaba cansada de esperar.
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El hombre que conducía parecía amable, se llamaba Lawrence Singleton y tenía 50 años, pero eso la joven no lo sabía, tampoco que había caído en manos de un sujeto tremendamente perturbado y violento.
Sería un viaje largo, todo arrancó bien, el primer llamado de atención sucedió después de un buen trayecto, cuando Mary estornudó, Singleton, sin previo aviso, estiró su mano para tocarle el cuello y le preguntó si estaba enferma, Mary se apartó en el asiento y se puso en guardia, ese sorpresivo contacto físico la intimidó, sin embargo, luego las cosas se relajaron otra vez y depuso su desconfianza, aburrida, comenzó cabecear y se quedó profundamente dormida.
Cuando se despertó observó que ya no estaban en la autopista sino en otro camino. Se enojó, tomó un palo que había en el auto y lo apuntó con él, le dijo furiosa y asustada por qué estaban en otra ruta, Singleton se mostró sorprendido y se disculpó, le dijo que se había equivocado y que corregiría la dirección.
Unos kilómetros después él le dijo que iba al baño. Mientras tanto ella bajó de la camioneta para estirar las piernas y vio que tenía los cordones de sus borcegos flojos, pensó que si tenía que huir de este raro sujeto era mejor tenerlos bien atados, se agachó para hacerlo, de pronto, alguien la atacó por la espalda, un martillazo en medio de la cabeza la dejó indefensa en el piso, otro golpe más y perdió la conciencia.
Su atacante, quien no era otro que el mismo Singleton, la subió a la camioneta y condujo hasta un cañadón inhóspito llamado Del Puerto Canyon, cercano a la interestatal 5, Mary despertó horas después en un escenario de terror, el conductor la tenía fuertemente atada en la parte trasera de la camioneta, un brazo contra cada pared, no podía moverse ni un centímetro, no había posibilidad alguna de escape.
Singleton la violó en forma repetida, cuando amaneció, Mary le rogó que la liberara, con frialdad, Singleton le dijo: “Si quieres ser liberada, te dejaré libre”, tomó el hacha que estaba en la caja de herramientas y se acercó a su aterrorizada víctima, sin decirle nada, levantó la herramienta y golpeó primero su brazo izquierdo, Mary para no caerse se agarró de su agresor con fuerza, pero de todas formas sintió que caía, cuando miró su brazo vio que ya no estaba, luego Singleton empezó a golpear con el hacha el brazo derecho de Mary a la altura de los codos, a pesar del dolor extremo, ella seguía consciente, empezó a patear y a gritar sin parar con la esperanza de que alguien la escuchará, su lucha hizo que esta vez a Singleton le costará más cortarle el brazo.
Mary sentía que se iba a desmayar, pero enseguida la adrenalina volvía y pensaba que debía sobrevivir, finalmente, huesos, músculos y cartílagos cedieron y ella quedó liberada, sus dos brazos se habían separado de su cuerpo, sorprendida, Mary vio que el sujeto sacudía uno de sus brazos con fuerza, miro con más atención y se dio cuenta de que lo que quería él era sacarse de encima la mano de ella, que había quedado prendida de su brazo.
Mutilada, desnuda y en shock, fue empujada por Singleton hacia el acantilado desde donde la arrojó, Mary cayó nueve metros y quedó cerca de unos tubos de concreto, desde arriba él le gritó: “Okay, ahora eres libre”, creyendo que la joven se desangraría y moriría en ese lugar aislado, volvió a su vehículo y se marchó.
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Pero Mary no era una víctima corriente, tenía una fortaleza, no se entregó, tenía que vivir, no podía permitir que ese hombre le hiciera eso a alguien más, su cuerpo le pedía dormir y descansar, pero, ella batalló contra el sueño, sabía que si se quedaba quieta moriría ahí mismo y jamás la encontrarían, se arrastró con sus muñones y rodillas por el barro fuera de las alcantarillas, lo primero que se le ocurrió fue cubrir lo que quedaba de sus brazos con barro para que el lodo actuara como un tapón y dejaran de sangrar.
Trepó la barranca como pudo hasta el camino de tierra, caminó tambaleándose unos cinco kilómetros, siempre intentando tener sus brazos en alto para no perder tanta sangre y que los músculos que colgaban no se desprendieran de su cuerpo, hasta que llegó a la autopista.
El primer carro que apareció se horrorizaron al ver a la joven y la dejaron tirada, en el segundo iba una pareja que paró y la trasladó inmediatamente a un hospital.
Una vez allí la joven volvió a demostrar su valentía, no quería estar llorando tirada en una cama y le pidió a la policía que la dejaran ayudar para realizar el identikit de ese peligroso sujeto, Dio una descripción tan detallada que los sorprendió.
Redacción: JT