El fisicoculturista Franklin Aribeana, integrante de la Federación Internacional de Fitness y Culturismo, y residente de Houston, reveló recientemente la lucha que le tocó transitar durante gran parte de su vida a raíz de una rara afección cardíaca, que lo obligó a estar más de 20 veces hospitalizado.
Esta inusual enfermedad, tenía un denominador común, el cual Arebeana tardó más de 15 años en darse cuenta: beber agua helada.
El inicio de esta peculiar saga médica se remonta a 2007, cuando Aribeana, a los 18 años, sufrió un desvanecimiento en un campo de golf tras consumir agua fría en un día caluroso de verano. Recordando el evento de Aribeana relató: “Tomé un sorbo de agua fría y lo siguiente que supe fue que literalmente me salían palpitaciones del pecho. Me quitaron la camisa y se podía ver mi corazón literalmente latiendo fuera de mi pecho, y luego me desmayé”.
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Este episodio marcó el inicio de una larga serie de visitas a emergencias, tratamientos variados y especulaciones. “Fue un día que nunca olvidaré”, dijo Aribeana, evidenciando el impacto profundo de la experiencia.
La vida de Aribeana se complicó aún más con episodios similares que siguieron ocurriendo, incluso en el gimnasio, bajo circunstancias parecidas. Describió otro evento diciendo: “Tomé un trago de agua fría. Mientras me estaba acomodando, siento el doble golpe”.
No fue hasta casi 15 años después de su primer incidente, y después de alrededor de 25 consultas médicas, cuando el fisicoculturista y su equipo de médicos pudieron identificar la causa subyacente de su afección.
Resultó que el acto de beber agua helada estaba vinculado a una mutación genética que también fue identificada en su hermana y su padre. Esta mutación está asociada con la fibrilación auricular (Afib), una condición que interrumpe las señales eléctricas del corazón, haciendo que Éste lata de manera irregular y descoordinada.
Según detallaron los especialistas al medio estadounidense, el Afib de Aribeana se activaba por el contacto del agua fría con el nervio vago, que desempeña un papel crucial en la regulación del ritmo cardíaco.
Esta reacción, comparada con el “reflejo de buceo”, que normalmente reduce el ritmo cardíaco bajo condiciones frías para conservar oxígeno, se volvía peligrosa en el caso de Aribeana debido a su predisposición genética.
En su situación, este reflejo provocaba un latido cardíaco errático y una caída dramática de la presión arterial, desembocando en desvanecimientos.
Afortunadamente, el diagnóstico temprano de su condición permitió un tratamiento efectivo mediante una ablación, que interrumpió la conexión problemática entre el nervio vago y el corazón, recuperando su salud sin necesidad de futuras hospitalizaciones, aunque continúa el tratamiento para la Afib con medicamentos.
Consciente del impacto de su experiencia, Aribeana no solo se ha recuperado, sino que también ha tomado un papel activo en la concientización sobre su condición.
“Si sientes algo, no tengas miedo de decírselo a tus padres. No tengas miedo de decírselo a tu médico la próxima vez que vayas a una cita, o si sientes que está lo suficientemente relacionado con una emergencia, no tengas miedo de ir a la sala de emergencias”, instó, transmitiendo un mensaje vital sobre la importancia de prestar atención a las señales del cuerpo y actuar con prontitud ante la adversidad.