DEPORTES.- La Copa Oro fue apenas un escarceo, una probadita de pólvora quemada. El Armagedón de Jaime Lozano y su selección mexicana comienza este viernes en Honduras. Y deberá concluir algún día del verano de 2026 en la Copa del Mundo.
Hay de emboscadas a emboscadas. Esta vez Honduras no eligió el lóbrego escenario de San Pedro Sula, ni su escenografía agreste de cancha, clima y gente. Reinaldo Rueda, técnico colombiano de los catrachos, eligió jugar en Tegucigalpa sobre una mesa de billar. No es gentileza, es desafío.
El cambio le sienta bien al partido. Una propuesta para medir fuerzas, sin marrullerías. A puro futbol, sin soslayar la dosis de rudeza y dureza que amerita. De por medio está el pase directo a la Copa América 2024. Claro, todavía hay un pasadizo, pero humillante, en el repechaje.
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Jaime Lozano tiene plantel completo. Una Selección Mexicana sin debilidades. Lo suficientemente apta para librar batallas en el vecindario y ante el paisanaje del universo tercermundista de la Concacaf, y eventualmente con adversarios de su nivel en otras latitudes.
Y Lozano sabe que, en esta doble puesta a escena ante Honduras, no sólo será auscultado su trabajo en el termómetro implacable del marcador. Va más allá. Al final, tras la visita a Honduras y el desenlace en el Estadio Azteca el próximo martes, se podrá hacer una disección sobre sus habilidades estratégicas y de liderazgo.
Jimmy sabe que la credibilidad en su proyecto siempre estará a prueba
Entendido así, Jimmy sabe que la credibilidad en su proyecto siempre estará a prueba, no sólo entre los dirigentes sino ante una afición sobrecargada de pesimismo e incertidumbre. Lozano hereda una investidura envenenada: la miserable gestión de Gerardo Martino, con la complicidad de los dirigentes, dejó a los mexicanos con una animadversión, razonable y supurante, respecto al Tri.
Para fortuna de Lozano, la que parecía una generación perdida, o al menos esa percepción denigrante dejó Martino al irse con su pestilente perfume a azufre, esa generación bajo juicio, ha tratado de retocar y retomar la imagen, al menos combativa, del Tri.
Si bien ganar la Copa Oro, con el estigma del ninguneo de Estados Unidos y Canadá, generó una tregua con el aficionado, la reconciliación plena deberá llegar, no ante Honduras, sino en la exhibición en la Copa América.
Los amistosos de México ante Australia, Uzbekistán, e incluso Ghana, habían sumergido de nuevo a la tribuna tricolor en el escepticismo, pero hubo un alivio en el 2-2 con Alemania, una potencia mundial en futbol, pero que en este momento trata de reconstruirse urgentemente para fortalecer su capacidad competitiva de hospedar la Eurocopa 2024.