CURIOSIDADES.- En China, el negocio de los dolientes profesionales está en pleno auge. Actores desempleados asisten entre sollozos a ceremonias fúnebres para llorar su muerte, apoyar a sus seres queridos y, a veces, dedicarles un panegírico.
Las familias los contratan para que parezca que el difunto tenía allegados que lo apreciaban mucho, sobre todo porque hoy los jóvenes no suelen expresar su duelo en ámbitos públicos.
Cuando comienza la ceremonia fúnebre, Hu arranca a llorar. No conocía de nada al difunto, un agricultor que murió a los 67 años por una insuficiencia cardíaca, pero echa lagrimones por los ojos. Se la ve muy afligida, rota de dolor.
Vestida con un impoluto traje blanco, el mismo que tradicionalmente llevan los familiares en duelo en muchos funerales en China, a Hu le cuesta soltar su panegírico porque tiene la voz desgarrada por los sollozos.
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«Eras un buen hombre, un buen marido, un buen padre y un buen abuelo», dice, micrófono en mano, mientras se arrastra por el suelo hasta llegar al ataúd. «Nunca pensamos que te irías tan pronto. Has dejado este mundo lleno de amor. Eras como un árbol alto que protegía a tus hijos del viento y la lluvia».
Tras sus palabras, la mujer, de nuevo a lágrima viva, se acerca a los familiares del fallecido y agarra de las manos a la viuda, quien le da las gracias por apoyar a la familia en esos momentos tan tristes. «Los jóvenes ya no saben llorar, por eso necesitábamos al doliente adecuado», le susurra la viuda.
Hu Xinglian es una actriz cincuentona a la que le pagan por llorar en funerales de desconocidos. Es una doliente profesional en Chongqing, una ciudad al suroeste de China. Lleva una década haciendo ese trabajo y ha ganado más dinero que en sus tiempos actuando en el teatro. Por media hora en un funeral, se lleva más de 250 euros.
El paquete de su actuación incluye un completo kusang, que literalmente significa llorar y gritar. «Nuestra entrada al mundo es extraordinariamente dramática y ruidosa, por lo que nuestra salida de este mundo también debe ser igual», asegura.
Sin duda, el trabajo de Hu es uno de los más extraños. Pero los investigadores dicen que en los antiguos escritos chinos se encuentran referencias a estos dolientes profesionales incluso durante la dinastía Han, hace más de 2.000 años.
Suelen ser actores desempleados los contratados por las familias.
Algunos únicamente van a llorar, incluso en grupo para hacer bulto, para que parezca que el difunto tenía amigos que lo apreciaban mucho. Otros, además de forzar el llanto montan todo un espectáculo sonoro y visual. Todos los presentes saben que se trata de una actuación, pero las lágrimas tienen que ser sentidas y el dolor parecer auténtico.
Actuando en funerales por la provincia norteña de Shanxi está Li Silin, un cantante y actor de 53 años. Lo contratan para interpretar cantos fúnebres melodramáticos en ceremonias en honor a los muertos. Eso lo hace mientras llora y contorsiona todo su cuerpo, siempre con un rostro de agonía.
En Fujian, al sureste, actúa la treintañera Chen Shuqiang, que dice que ahora el negocio está en auge y que las familias demandan sobre todo a mujeres jóvenes como dolientes. «Les gusta que hagamos mucho ruido y que parezcamos muy dolidas. Nos solemos tirar al suelo delante del ataúd e intentamos agarrarlo cuando los portadores del féretro se lo llevan«, relata.
El problema que tiene este trabajo es que, en una sociedad tan supersticiosa como la de China, hay muchos que no quieren juntarse con personas que están todo el día tan cerca de los muertos. Algunos dolientes profesionales cuentan que no suelen estar invitados nunca a celebraciones alegres como bodas y que incluso son marginados en cenas familiares por miedo a que su presencia contagie la mala suerte.