Carlos III ha sido coronado rey, en una histórica ceremonia celebrada este sábado en la abadía de Westminster de Londres, Reino Unido.
INTERNACIONALES.– El monarca, de 74 años, ascendió al trono como sucesor de su madre, la reina Isabel II, quién murió el 8 de septiembre de 2022.
En la mañana del sábado miles de personas se acomodaron a lo largo de la ruta por la que desfiló el carruaje en el que iba el rey acompañado por la reina Camilla.
La procesión partió del palacio de Buckingham en dirección a la Abadía de Westminster, donde se celebró la ceremonia de coronación.
Carlos había sido oficialmente proclamado rey en septiembre de 2022, tras la muerte de su madre, la reina Isabel. Su servicio como heredero al trono fue largo: 70 años, y esto lo convirtió en el monarca con más años de preparación para el reinado. Y a los 74 años, es el de mayor edad que ha subido al trono británico.
Es el 62° monarca que ocupa el trono en los últimos 1.200 años de la historia de Inglaterra y Gran Bretaña.
Y es un rey que, comparado con su madre que gozó de inmenso respeto y popularidad durante su largo reinado, nunca realmente ha obtenido una alta aprobación del pueblo británico.
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Sobre la ceremonia de Coronación
El rey Carlos y la reina consorte Camila entraron en la abadía de Westminster al son de «I was glad», el conmovedor himno de coronación escrito por Hubert Parry para la coronación del rey Eduardo VII en 1902 y cantado en todas las coronaciones desde entonces.
La música coral de la ceremonia de hoy es interpretada por el Coro de la Abadía de Westminster, al que se han sumado el Coro de la Capilla Real de Su Majestad, el Palacio de St. James; coralistas del Methodist College de Belfast; el Coro de la Catedral de Truro y un octeto del Coro Monteverdi.
Parry incorporó a su pieza una serie de «vivats» —aclamaciones tradicionales en latín para el nuevo monarca—, que deben reescribirse para cada coronación.
Hoy escuchamos a los King’s Scholars de la prestigiosa Westminster School de Londres cantando ¡Vivat Regina Camilla! ¡Vivat Rex Carolus! (¡Viva la Reina Camila! ¡Viva el Rey Carlos!).
Justin Welby, arzobispo de Canterbury, dio comienzo expresando, «Queridos hermanos, nos hemos reunido para ofrecer culto y alabanza a Dios todopoderoso; para celebrar la vida de nuestras naciones; para rezar por Carlos, nuestro rey; para reconocer y dar gracias por su vida de servicio a esta nación, a los reinos y a la Commonwealth; y para presenciar con alegría su unción y coronación, su apartamiento y consagración para el servicio de su pueblo».
El servicio de coronación comenzó con el reconocimiento, según la liturgia de la Iglesia de Inglaterra. Para este momento simbólico, Carlos se paró en una plataforma especial construida dentro de la abadía de Westminster llamada Teatro, donde gira hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales para presentarse ante el pueblo, que lo afirmará y reconocerá como rey.
El arzobispo de Canterbury, Welby, es el primero de cuatro representantes en hacer la declaración frente al Altar Mayor: «Aquí les presento al rey Carlos, su indudable rey: por tanto, todos los que han venido este día para rendir su homenaje y servicio, ¿están dispuestos a hacer lo mismo?».
La congregación dice «Dios salve al rey Carlos» en respuesta, reconociéndolo como el jefe de Estado.
Después de este acto, el rey Carlos ha leído una oración en voz alta, convirtiéndose en el primer monarca que lo hace en una coronación.
Esta es la oración que leyó: «Dios de compasión y misericordia, cuyo hijo no fue enviado para ser servido sino para servir, dame la gracia de encontrar en tu servicio la libertad perfecta y en esa libertad el conocimiento de tu verdad. Concédeme ser una bendición para todos tus hijos, de toda fe y creencia, para que juntos descubramos los caminos de la mansedumbre y seamos conducidos por sendas de paz; por Jesucristo nuestro señor. Amén».
A pesar de todas las cámaras de televisión, fotógrafos y multitudes, hay un momento de la coronación que no se retransmitirá en todo el mundo: cuando el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, unge al monarca con el óleo sagrado.
Este momento, considerado el más sagrado de la ceremonia, no fue televisado en 1953. En esta coronación dicho momento está resguardado por una intrincada pantalla bordada, diseñada por el iconógrafo Aidan Hart y creada mediante bordado a mano y digital, a cargo de la Royal School of Needlework.
Sobre esto, Welby expresó, «un símbolo de ser encargado por el pueblo para una tarea especial para la que se necesita la ayuda de Dios». Y añadió: «Es un momento en el que el Rey es apartado para el servicio: servicio a la gente de este país y servicio a Dios».
Detrás de esta pantalla de tres caras, el dean de Westminster vierte óleo santo de la vasija, un frasco dorado con forma de águila, sobre la cuchara de la coronación, de plata dorada, antes de que el arzobispo de Canterbury unja a Carlos en las manos, el pecho y la cabeza.
Como todo lo demás en la coronación, el propio biombo está cargado de simbolismo. Su diseño central adopta la forma de un árbol, con los nombres de los 56 países de la Commonwealth en las hojas, y la cifra del rey en la base del árbol «representando al soberano como servidor de su pueblo», dijo el Palacio de Buckingham.
Posterior a ello Carlos recibe las galas de la coronación, que incluyen la túnica y la estola reales, mientras comienza la siguiente parte del servicio, la investidura.
Entre estos objetos simbólicos y de valor incalculable se encuentra la espada de ofrenda que porta y presenta una mujer, la legisladora británica Penny Mordaunt, por primera vez desde que se utilizó inicialmente en la coronación del rey Jorge IV.
La espada fue fabricada en 1820 y está protegida por una vaina de cuero recubierta de oro, según la liturgia de la Iglesia de Inglaterra.
El arzobispo de Canterbury bendice la espada antes de entregarla al rey con la condición de que se utilice para la protección del bien, y luego se ofrece al altar.
Según la Iglesia de Inglaterra, la espada tiene un doble significado: debe simbolizar la defensa de los indefensos y también representar la palabra de Dios, que San Pablo compara con una espada afilada en la Biblia.
Otros objetos de la investidura son los brazaletes, el emblemático orbe y el cetro y la vara. Se trata de la última etapa antes de la coronación.
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Acto seguido, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, colocó la corona de San Eduardo sobre la cabeza de Carlos III, la parte más significativa del servicio de coronación.
Mientras se preparaba para hacerlo, Welby dijo: «Rey de reyes y señor de señores, bendice, te suplicamos, esta corona, y santifica así a tu siervo Carlos, sobre cuya cabeza la colocas hoy en señal de majestad real, para que sea coronado con tu bondadoso favor y colmado de abundante gracia y de todas las virtudes principescas; por aquel que vive y reina supremo sobre todas las cosas, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén».
Después de coronar al rey, Welby dijo: «Dios salve al rey».
Luego de la coronación del rey, la reina Camila también tiene su propia ceremonia, aunque es ligeramente diferente.
Al igual que su marido, el arzobispo de Canterbury la unge con óleo santo, pero sin pantalla, lo que demuestra la diferente naturaleza de la unción de una consorte en comparación con una soberana reinante. A continuación le entregan el anillo de consorte, que simboliza la promesa y el compromiso, «casándola» con el rey y a ambos con Dios y su pueblo.
A continuación, es coronada con la corona de la reina María, la primera vez en la historia reciente que no se hace una corona nueva específicamente para esta ocasión, y se le entregan el cetro y la vara. Por último, Camila es entronizada.
Finalmente, «God Save the King» se canta para Carlos III por primera vez desde su coronación, mientras la primera ceremonia de coronación británica en siete décadas se acerca a su conclusión.
Es el mismo arreglo del himno que se cantó para la madre de Carlos, la reina Isabel II, en su coronación en 1953.
A continuación, comenzará la procesión de los reyes.
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Donde una multitud de seguidores de la realeza, que ondeaban sus banderas, les aclamaron cuando salieron del interior del Palacio, listos para ver un estilizado sobrevuelo de la Royal Air Force.
La primera aparición real en un balcón se remonta a 1851, cuando la reina Victoria saludó a sus seguidores durante las celebraciones de la inauguración de la Gran Exposición. Desde entonces, se ha convertido en una parte emblemática de los actos reales, cuyas imágenes suelen aparecer en las portadas del día siguiente.
REDACCIÓN: ÁNGELES OCHOA