En primer lugar, es importante comprender cómo funcionan las luces LED en comparación con las bombillas tradicionales.
Mientras que las bombillas incandescentes producen luz al pasar corriente eléctrica a través de un filamento, generando una gran cantidad de calor en el proceso, las luces LED utilizan semiconductores para convertir la corriente eléctrica en luz, produciendo mucho menos calor y siendo considerablemente más eficientes en términos energéticos.
El problema surge cuando los usuarios cambian sus bombillas tradicionales por LED y aumentan drásticamente la cantidad de luz que utilizan.
Un estudio publicado en la revista Science Advances respalda esta preocupación, utilizando imágenes satelitales para demostrar que la superficie iluminada artificialmente de la Tierra está aumentando en luminosidad y extensión.
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Este fenómeno, conocido como efecto de rebote, sugiere que el ahorro energético esperado por el uso de luces LED puede verse eclipsado por un mayor consumo debido al menor costo de la iluminación.
Aunque se prometen largos tiempos de vida para las bombillas LED, la realidad es que algunos fabricantes no cumplen con esas garantías.
Mientras que marcas reconocidas como Philips garantizan hasta 15 mil horas de uso efectivo, otros productos de menor calidad pueden fallar mucho antes de alcanzar esa cifra.
Las pruebas europeas permiten un margen de error del 10%, lo que significa que una bombilla clasificada con cierta cantidad de lúmenes podría en realidad emitir menos luz de lo esperado, esto no solo engaña a los consumidores, sino que también puede llevarlos a comprar productos más caros de lo necesario.