Existen muchas razones por las que vivimos pegados a las pantallas de nuestros celulares, pero una de las principales es que las aplicaciones están diseñadas especialmente para mantenernos prendidos a ellas, porque así es como sus creadores ganan dinero.
Estas aplicaciones son parte de lo que se conoce como la “economía de la atención”, donde es, justamente, la atención y los datos sobre cuestiones de nuestro interés los que se venden, en lugar de bienes o servicios.
Cuando estos minutos dedicados, de forma excesiva, a las redes se repiten durante horas, días, semanas y meses, se suman a un gran caudal de tiempo de nuestras vidas.
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Por ejemplo, cuatro horas diarias de uso del teléfono (lo cual es bastante típico) equivalen a poco más de 60 días completos cada año
Los expertos explican que las aplicaciones atrapan la atención imitando las técnicas utilizadas por las máquinas tragamonedas, consideradas uno de los artefactos más adictivos jamás inventados.
Esto se debe a que están diseñadas para desencadenar la liberación de dopamina, que es un neurotransmisor que, entre otras funciones, ayuda al cerebro a registrar cuándo vale la pena repetir un comportamiento y luego nos motiva a repetirlo
Por ejemplo, los colores brillantes son desencadenantes de dopamina. También lo son la novedad, la imprevisibilidad y la anticipación, todos presentes en las redes.
Las recompensas también son grandes desencadenantes de este neurotransmisor. En el caso de las máquinas tragamonedas, la recompensa potencial es obviamente dinero.
En los celulares, las más comunes son la aprobación social en las redes, como un “me gusta” o un comentario en una publicación.
Esta es la razón por la que es tan fácil perder el tiempo en aplicaciones como las redes sociales, el correo electrónico, los juegos y las compras: son las que tienen más disparadores de dopamina.
Las consecuencias, a nivel global, de estos comportamientos son impactantes. Recientemente, las noticias se están ocupando de los efectos nocivos que las redes sociales producen en un sector vulnerable de la población, como son los niños y los jóvenes.
5 efectos negativos
1. Ansiedad.Según estudio reciente del International el uso excesivo del teléfono celular produce niveles más altos de ansiedad, depresión y soledad.
Desafortunadamente, las malas noticias no terminan ahí. Está demostrado que el uso excesivo del teléfono celular no solo afecta el bienestar mental, sino que también aumenta los problemas de salud como fatiga visual, dolor de cuello y espalda y aumento de peso.
2.FOMO.La sigla proviene de la expresión en inglés Fear of Missing Out (“temor a perderse algo”, en castellano). Este miedo a “quedarse afuera”puede estar relacionado con salidas o eventos sociales, oportunidades laborales, relaciones, etc.
3.Mala calidad de sueño. Ligado con el punto anterior, el FOMO, el no querer perderse nada en las redes afecta el buen descanso. Los expertos están cada vez más preocupados por los efectos de la luz azul de estos dispositivos electrónicos en el ciclo de sueño-vigilia.
Se estima que 2 de cada 3 adolescentes duermen regularmente menos de la cantidad recomendada, y el tiempo frente a una pantalla puede ser responsable de la falta de sueño y otros problemas.
4.Problemas de atención.La doctora María Teresa Calabrese, endocrinóloga, psiquiatra y psicoanalista especializada en enfermedades psicosomáticas, explicó que el uso excesivo de celulares puede ser una de las causas de la llamada “mente de mono”.
5.Puede afectar las relaciones personales. El phubbing o ningufoneo surge del neologismo que combina “phone” (teléfono) y “snubbing” (desdeñar, desairar) e indica el acto de ignorar a la persona que se tiene enfrente por mirar la pantalla de un dispositivo. El término no es tan conocido como la acción, que años atrás podría haberse visto como una falta de respeto y hoy parece incorporada a la cotidianeidad.