Los astronautas de la Estación Espacial Internacional, que orbita la Tierra cada 90 minutos, pueden ver dieciséis amaneceres y dieciséis atardeceres en un mismo día.
Curiosidades. Se acerca a la fantasía de la ficción que surge en el clásico de Antoine de Saint-Exupéry «El Principito», cuando el niño del asteroide B-612 le dice al narrador que ya ha visto la puesta de sol 44 veces en un día. No obstante, los terrícolas nunca hemos sido capaces de romper este récord, y aún no lo hemos sido, y eso no quiere decir que no hayamos logrado otros.
Pero sería necesario, asegura la ciencia, poder volar a la velocidad de 1.000 metros por hora para seguir en una constante la luz que escala los vértices de la Tierra. Ningún avión o aeronave ha alcanzado esa cifra, hasta la fecha. Además, para no perder el rumbo de los rayos del sol habría que hacer este recorrido a lo largo del ecuador y siempre hacia el oeste.
El tiempo es esto, una sucesión de momentos que duran lo que dura el fulgor, y así se producen los días y las noches, a medida que nuestro planeta gira hacia el este, en una rotación incesante que desde su interior solo parecemos apreciar en dos momentos muy puntuales: el amanecer y el anochecer.
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A través de las 24 zonas horarias, el roce visual de esa luz absoluta topándose con los relieves de la vida que conocemos se ha convertido en objetivo, y hay quien intenta llegar a él. En 2014, el piloto de la OTAN ya retirado Jonathan Nicol y el fotógrafo Simón Roberts intentaron juntos rastrear la puesta de sol en todo el mundo en las 24 zonas horarias como parte de una campaña publicitaria para la marca de relojes ‘Citizen’, pero no lo hizo a través del ecuador, sino cerca del Polo Norte con el objetivo de la precisión.
En el globo terráqueo, mientras avanzamos hacia los polos, la circunferencia alrededor del eje de rotación disminuye, así que es en estas áreas donde más rápido se avistan las alteraciones, y el mejor camino para permanecer en el mismo momento durante el mayor tiempo humanamente posible.
El resultado de la misión quedó plasmado en «Chasing Horizons», un cortometraje global de «Wieden + Kennedy Tokyo» como parte de la promoción del reloj Eco-Drive Satellite Wave F100. Para llevarlo a cabo, el equipo voló desde Islandia, en dirección noreste, hasta alcanzar el paralelo 80 norte y los cero grados de longitud, luego se dio la vuelta para comenzar su viaje a la inversa.
Sin embargo, una puesta de sol de 8 horas, el modelo F100 revolucionó la industria relojera por presentar la capacidad de determinar en qué zona horaria se encuentra y cambiarla automáticamente en un margen de tres segundos (algo común para relojes de teléfonos inteligentes, pero que parecía imposible para un reloj de pulsera). De esta forma, se trataba de ponerlo a prueba, situándolo en el límite del engaño: «En lugar de viajar a través de la Tierra de una zona horaria a otra, decidimos permanecer constantes en el espacio sobre la Tierra y dejar que las zonas horarias vinieran a nosotros, de hecho, viviendo en la misma hora todo el tiempo que pudiéramos», señaló al respecto Michael Farr, director creativo y ejecutivo de la firma.
REDACCIÓN: FABIOLA ZELAYA MEJIA