El Año Nuevo se celebra el 1 de enero en la mayoría de los países porque se basan en el calendario gregoriano, que estableció este día igual que su antecesor, el juliano. No obstante, hay países que se rigen por otros calendarios y conservan sus fechas tradicionales para celebrar la llegada del nuevo año.
El precedente más remoto del calendario gregoriano es el primero de la Antigua Roma. El calendario romano constaba de diez meses de veintinueve días cada uno, y el año comenzaba en marzo, con el inicio de la primavera.
Más tarde, por influencia griega, el año pasó a tener doce meses. Este calendario lo gestionaban los pontífices, quienes interpretaban el tiempo a través de las fases de la luna.
Su labor influía en la vida de la población, pues determinaba las cosechas, el cobro de los salarios o los ritos religiosos.
El año duraba entonces 304 días, lo cual generaba desfases en la vida de la población. Para corregirlo, Julio César estableció un nuevo calendario en el año 46 a. C.: el calendario juliano. En este los años eran de 365 días y seis horas, divididos en doce meses.
Sin embargo, el calendario gregoriano no se generalizó de inmediato ni se adoptaría en todas partes. Gregorio XIII había promulgado por bula papal el mandato de adoptar este calendario, pero al principio sólo se adoptó en Italia, España, Francia y Portugal.
El más conocido es el calendario lunar islámico, que establece el Año Nuevo el día 1 del mes de Muharram. Por su parte, varios países de Asia celebran el Año Nuevo Chino del calendario lunisolar tradicional. La fecha de Año Nuevo varía cada año y las celebraciones duran una semana.
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