Editorial RCV
La reconstrucción del país después del paso de Eta e Iota
Las tormentas tropicales Eta e Iota, que en menos de dos semanas dejaron en noviembre una estela de muerte, dolor y severos daños a la infraestructura productiva del país, demandan de todo un plan de reconstrucción nacional que debe empezar lo más pronto posible.
Los dos fenómenos naturales han dejado pérdidas que, según fuentes como el Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh), se calculan en unos 10.000 millones de dólares.
A los severos daños que dejaron las dos tormentas tropicales se suman los causados por la pandemia de covid-19, que desde marzo siguen teniendo repercusiones sociales y económicas, con 3.000 muertos, 110.000 contagios y pérdidas millonarias a la economía.
Ante la magnitud de los daños que han dejado las dos tormentas tropicales y la covid-19, el país requiere de un programa de reconstrucción verdadero, lo que no se hizo después de la destrucción y muerte que dejaron los huracanes Fifí en 1974 y Mitch en 1998.
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Las obras de mitigación que se construyeron después del paso devastador del Fifí y el Mitch, no fueron suficientes y, en muchos casos, lo que se hizo fue construir puentes, en el mismo sitio en el que estaban los que fueron construidos, algunos haciéndolos solamente más largos.
Construir en el mismo sitio una obra destruida no es reconstrucción, como ha quedado evidenciado con los dos nuevos fenómenos que han vuelto a golpear al país, que después del Mitch quedó más altamente vulnerable ante los desastres naturales, algunos derivados del cambio climático.
Ahora le corresponde al Gobierno emprender un plan de reconstrucción, para el que no hay que hacerse muchas ilusiones con la ayuda internacional que algunos esperan, como ocurrió cuando el Mitch, que hubo una buena disponibilidad de recursos, entre donaciones y préstamos.
En ese sentido, el Gobierno deberá invertir de la mejor forma los recursos propios y los que se reciban de la comunidad internacional, dando prioridad a lo más importante, que le permita al país ir recuperándose en todos los aspectos.
La reconstrucción no solo implica limpiar el lodo y la basura en que ha quedado sumido el país, ni rehabilitar puentes, carreteras y asistir a los damnificados.
También será muy importante que a la brevedad el Gobierno baje a la mitad el gasto público y las planillas, que actualmente representan un alto costo para un país tan empobrecido como el nuestro.
A partir de ahora, el presente y próximos gobiernos deberían estar conscientes que el país necesita de una administración pública pequeña, eficiente y transparente, olvidándose de agrandar los tres poderes del Estado por clientelismo político cada cuatro años.
Otra necesidad urgente es eliminar al máximo la corrupción, ojalá y fuera de tajo, porque ese flagelo, a lo largo de la historia hondureña, ha sido, en gran medida, el causante de la pobreza y muchas desgracias que nos aquejan.
La corrupción gubernamental es un crimen político que pesa como una lápida en el país que, en vez de reducirse, ha venido en aumento en cada gobierno, en algunos más que en otros.
En la monumental tarea de reconstrucción que demanda Honduras, también será muy importante el papel que deberá jugar la empresa privada, como la principal fuerza que mueve la economía nacional.
La iniciativa privada deberá invertir, generar empleos y crear confianza en todos los sectores para que juntos sumen fuerzas y relancen a Honduras hacia una verdadera recuperación.
Ese esfuerzo colectivo debe ir en paralelo en víspera de la llegada de la vacuna contra la covid-19, de la que no sabemos si será funcional o no, ni cuándo la tendremos.