Pese a la pandemia de covid-19 y los severos daños causados por las tormentas tropicales Iota y Eta, que dejaron alrededor de un centenar de muertos, más de tres millones de compatriotas afectados y pérdidas que rondarían los 10.000 millones de dólares, los políticos de oficio siguen afanados en sus ambiciones de siempre.
Honduras necesita políticos con nuevas ideas, no reciclados
Nada tendría de malo que, en la víspera de las elecciones primarias, de marzo de 2021, los políticos anduvieran afanados buscando el respaldo popular, pero sí lo es el hecho de que algunos sean viejas caras conocidas que no han sabido representar al pueblo en el Congreso Nacional y otros poderes del Estado.
Desde que el Consejo Nacional Electoral (CNE) convocó el 13 de septiembre a los comicios primarios de marzo del próximo año, los hondureños hemos venido siendo víctimas de una desenfrenada campaña que no pareciera que el país está sumergido en una descomunal tragedia por la covid-19 y las tormentas tropicales Iota y Eta.
En principio, está bien que haya campañas desde que se convocó a las primarias, porque son necesarias, siempre y cuando se orienten a un verdadero fortalecimiento de la democracia, en un país donde la población cada vez cree menos en la clase política, con sobrada razón.
No es posible que con la democracia por la que tanto abogamos y recuperamos iniciando los años 80 del siglo pasado, tengamos un país con mayor pobreza que la que entonces teníamos, que rondaba el 60 por ciento.
Cuarenta años después de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, y antes de la pandemia de covid-19, el país tenía una pobreza del 65 por ciento, según diversas fuentes.
A eso hay que añadir los altos índices de violencia común y crimen organizado; narcotráfico, corrupción, impunidad, altas tasas de impuestos, desempleo, falta de seguridad jurídica a la inversión, injusticia, inestabilidad política y deficientes sistemas de salud y educación, entre otros males que aquejan a Honduras.
Todo ese panorama sombrío que teníamos antes de la crisis sanitaria por la pandemia de covid-19, nos ha reiterado que la democracia de muy poco o nada nos ha servido a los hondureños, porque la situación de la mayoría del pueblo no mejoró, sino que empeoró en los últimos 40 años.
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Lo más grave de la situación, en lo político, es que, en vez de surgir nuevos liderazgos, con ideas frescas y propuestas que puedan convertirse en obras para un pueblo, lo que estamos viendo es un rebrote, como palomitas de maíz, de movimientos políticos que lo que están haciendo es reciclando caras que la gente ya no quiere ver.
No vemos en esas caras conocidas, de las que algunas se han hecho viejas en el Congreso Nacional, del que han hecho un modo permanente de vida, una renovación de cuadros.
Lo que estamos viendo son políticos desgastados, sin propuestas reales, escasos de pensamiento, que ofrecen lo mismo que le han venido prometiendo desde hace 40 años a un pueblo noble y sufrido, que siempre ha sido digno de mejor suerte.
Honduras necesita políticos con nuevas ideas, no reciclados
Honduras necesita que la clase política se oxigene con nuevos cuadros, con gente pensante, creativa y de propuesta que nos haga olvidar a quienes nos prometieron mucho y cumplieron poco o nada.
Esas caras viejas son las mismas que pareciera que se olvidaron de que el pueblo los eligió en reiteradas ocasiones para que le sirvieran al país, no para que se sirvieran del país, vegetando en el Congreso Nacional y en los otros dos poderes del Estado.
Los mismos que ofrecen más de lo mismo, no tienen ni moral, ni derecho a seguir mintiéndole a los hondureños por otros cuatro años. Claro, que también habrá que saber votar en las próximas elecciones internas y generales.