Es cierto que la pista del Aeropuerto Internacional Toncontín de la ciudad capital tiene una pista más corta que las de las otras terminales del país, las de San Pedro Sula, La Ceiba y Roatán.
No incluimos el de Palmerola, en Comayagua, porque todavía no es un aeropuerto civil, que fuentes oficiales definen como el futuro aeropuerto internacional de la capital, distante a 75 kilómetros al norte de Tegucigalpa.
Desde hace varios años surgió una actitud de rechazo hacia el Toncontín, aduciendo, algunos sectores que,por lo pequeña de su pista, el aeropuerto es muy peligroso y que por eso se habían producido accidentes aéreos en su pista principal.
Pero nada más alejado de la verdad que ese tipo de afirmaciones, porque técnica y científicamente se comprobó en su momento que, un par de accidentes de aviones grandes, uno militar, estadounidense, procedente de Panamá, y otro de una línea privada que ahora opera con otro nombre, fueron producto de graves errores de sus pilotos.
En otros casos, siempre de accidentes aéreos, se produjeron muy lejos de los predios de la terminal, pero eso tampoco han querido admitirlo los detractores que han apostado por ponerle la lápida al Toncontín.
En materia de aviación civil y comercial, el país más riguroso con las medidas de seguridad para los aviones oficiales o de sus empresas aéreas privadas, es Estados Unidos.
Y resulta que, si el Toncontín fuera tan peligroso como lo pintan, líneas de Estados Unidos, con aviones con capacidad para más de 120 pasajeros, no aterrizarían en Tegucigalpa, porque no se lo permitirían las leyes de control y seguridad norteamericanas.
En 75 años de ser aeropuerto internacional, el Toncontín ha sido el aeropuerto por excelencia de todos los hondureños, incluso mucho antes de que fuera inaugurado el ahora Ramón Villeda Morales, en el municipio de La Lima, en 1966, a los que tiempo después se sumaron el Golosón, en La Ceiba, y el Juan Manuel Gálvez, en Roatán.
Pero el tema que hoy nos centra sobre el Toncontín, es lo altamente valioso que ha sido, no solo para vuelos comerciales por turismo, negocios o cualquier otra actividad, sino en las múltiples situaciones de emergencia que ha sufrido Honduras.
El Toncontín ha sido siempre el primero en situaciones de desastres, principalmente, lo citamos como uno de muchos ejemplos, luego del paso devastador del huracán Mitch en 1998.
Ya se le olvidó a las autoridades actuales y de un par de gobiernos atrás, que el Toncontín fue el único aeropuerto habilitado durante la tragedia que causó el Mitch, sin ningún accidente con los centenares de aviones que llegaron con ayuda humanitaria para los damnificados de una de los peores desastres que ha sufrido el país.
Ahora que el país ha sido devastado por las tormentas tropicales Iota y Eta, que antes fueron poderosos huracanes en categorías 4 y 5 de la escala Saffir-Simpson, principalmente en el norte del país, es el Toncontín el único disponible para recibir la ayuda internacional, porque el de San Pedro Sula lleva dos semanas inundado.
Por todo lo que hemos expuesto y lo que el Toncontín representa para los capitalinos en particular, y los hondureños en general, cerrar el Toncontín será una torpeza de quienes no han valorado su importancia y lo quieren clausurar para vuelos internacionales.
Cerrar el Toncontín también será un crimen social contra los compatriotas que dependen directa e indirectamente del aeropuerto capitalino, por parte de algunos que no pueden ver más allá de su nariz, que buscan favorecer a unos pocos, perjudicando a muchos.