Maggie Flannery es una alumna de sexto grado residente en Manhattan, quien en marzo fue diagnosticada con Covid-19 junto a sus padres quienes se recuperaron a las tres semanas.
Cuando los padres de Maggie vencían la enfermedad, parecía que ella también estaba mejorando, pero solo por un breve período, antes de sufrir una recaída que la dejó debilitada.
“Sentía que tenía un elefante sentado en mi pecho… Me costaba trabajo respirar profundamente; tenía náuseas todo el tiempo; estaba inapetente; me mareaba mucho cuando me ponía de pie o incluso cuando estaba recostada” relató Maggie.
Cabe mencionar que los médicos que estaban a cargo de la salud de Maggie, pensaron que los síntomas de Maggie podían ser psicológicos, en parte porque no mostraba ningún síntoma de daño cardíaco o pulmonar.
“Dijeron que era ansiedad. Yo estaba bastante segura de que no era cierto” explica la madre de Magge
Aunque los médicos reconocen que una cantidad reducida de niños ha sufrido un raro síndrome inflamatorio poco después de la infección, hay poca información confiable sobre cuántas personas de las que contraen COVID-19 tienen molestias prolongadas, como Maggie Flannery. Eso podría cambiar a medida que aumente la proporción de niños contagiados.
Al igual que Maggie, Chris Wilhelm, de 19 años, y sus padres se enfermaron más o menos al mismo tiempo. En su caso, fue en junio, cuando había mayor disponibilidad de pruebas virales. Los tres dieron positivo. Solo Chris, estudiante prometedor de segundo año en la Universidad Johns Hopkins y miembro de los equipos de campo traviesa y de atletismo, no mejoró.
Wilhelm comentó que, como al principio no sabía que era posible presentar síntomas crónicos, estaba “confundido” y “sorprendido” por su enfermedad. Los primeros médicos que consultó le dijeron que los síntomas desaparecerían, dijo.
Con base en las recomendaciones de Rowe, Wilhelm ha estado probando diferentes medicamentos en un esfuerzo por aliviar los síntomas.
Melisa Trovato, directora interina de rehabilitación médica del instituto Kennedy Krieger, asegura que solo han tenido un caso prolongado de covid, sin embargo, menciona que le parecía “muy posible” que la clínica atendiera más pacientes con síntomas persistentes en los próximos meses.
Tambien comentó que, debido a la percepción de que el COVID-19 es poco común en los niños, los padres quizá no asocian una enfermedad leve y sus consecuencias, como la pérdida de energía, con el coronavirus.
MIRA: Francia agudizará restricciones sanitarias para enfrentar la segunda ola de COVID-19
“Es probable que la familia tarde más tiempo en darse cuenta”, afirmó. “Desde una perspectiva pediátrica, quizá descubramos más información a medida que se presenten más niños” con “síntomas prolongados para ser atendidos” añadió.