El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, cae en escándalo empresarial. Hace un año y medio, escapó de la controversia, por su intento de tapar las relaciones económicas entre la ingeniería SNC-Lavalin y el Gobierno libio de Muamar Gadafi, de la cual salió avante, pero perdió la mayoría absoluta en las elecciones de octubre.
Ahora otro escándalo empresarial rodea al primer ministro, esta vez es por la ONG WE, a la que el Gobierno canadiense otorga en junio la gestión de un programa de becas para estudiantes por valor de 900 millones de dólares canadienses, el problema radica en que la ONG ha pagado 160.000 euros a Margaret, madre de primer ministro, por conferencias que ha dado para la organización, y otros 20.000 a Alexandre, hermano de Trudeau.
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Para hacer más grande el escándalo la ONG ha pagado las vacaciones Trudeau y Sophie Grégorie, y también del ministro de Finanzas, Bill Morneau. Por si eso no fuera suficiente, la hija de Morneau trabaja en WE. Y es la tercera vez en dos años que el primer ministro afronta este tipo de investigaciones.
Pero Trudeau ha pasado a la ofensiva, tal vez a la huida hacia adelante. Lo primero que ha hecho ha sido nombrar a la viceprimera ministra, Chrystia Freeland, periodista de 52 años, ministra de Finanzas, el poder de Freeland se incrementa enormemente, hasta el punto de que se convierte casi en la heredera de Trudeau en el poder. A cambio, el primer ministro pone a una persona de su absoluta confianza con lo que el primer ministro refuerza su poder.
La segunda medida adoptada por Trudeau ha sido la suspensión del Parlamento hasta el 23 de septiembre. La decisión no es inusual en la política canadiense. El propio predecesor de Trudeau, Stephen Harper, la usó cuando el Parlamento le estaba investigando, se paran las actividades y se paran las investigaciones, alegando que debido a la pandemia es la suspensión.
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Pero Canadá no está sufriendo como Estados Unidos, y el impacto es similar al de Suiza o Portugal, dos países que se encuentran con los niveles de fallecimientos más bajos del mundo. Suspender las actividades parlamentarias parece un intento de reorganizarse y ganar tiempo.