Honduras lleva 40 años de haber vuelto a la democracia, lo que se concretó en abril de 1980 con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, la cual redactó la actual Constitución que tenemos.
Volver al orden constitucional fue algo de mucho júbilo y esperanza entre los hondureños, que a lo largo de la historia del país hemos vivido entre escaramuzas, moloteras y golpes de Estado.
La última vez que los militares usurparon el poder, se quedaron casi 20 años, en los que dieron dos golpes de Estado, en 1963 y 1971, matizados luego con golpes de barracas internos y generales manoseando la administración pública hasta el 27 de enero de 1982.
Pero eso ya es pasado. Lo malo y lamentable, es que como en muchas circunstancias adversas, pareciera que no aprendimos la lección sobre lo que es vivir bajo esas circunstancias carentes de democracia e inestabilidad.
En estos últimos 40 años, el país no ha podido consolidar una democracia que recuperarla costó sangre, sudor y lágrimas.
Esa misma democracia corremos el riesgo de perderla con luto, dolor y muerte, por culpa de algunos que dicen ser democráticos, en un país donde no hay una verdadera oposición política, sino muchos con ambiciones personales, que no les importa el país y su gente.
Resulta absurdo y muy bochornoso, por ejemplo, que en cuatro décadas de democracia el país no haya podido estructurar un eficiente y creíble Registro Nacional de las Personas.
El país tampoco ha podido contar con un ente electoral que inspire confianza a los hondureños y a la comunidad internacional, la que ha venido ayudando para el fortalecimiento de la democracia.
Lo que sí hemos tenido en las últimas cuatro décadas, es un descrédito en todas las instituciones públicas, cuando debería ser al revés, que el ciudadano crea en todos sus entes y en quienes gobiernan, y que la oposición haga lo que le corresponde.
En lo que respecta al Registro Nacional de las Personas, estamos justo a 18 meses para que se celebren las próximas elecciones generales, y a menos tiempo para las internas de partidos, sin que se vean los avances que en su momento se nos dijo en ese organismo.
Con tantos adelantos tecnológicos, resulta que el Registro Nacional de las Personas ha venido haciendo un pésimo trabajo en el pre registro para la nueva identificación ciudadana, cuando tenemos las elecciones primarias casi a la vuelta de la esquina.
Sobrada razón tienen los opositores que desde ahora están advirtiendo que no concurrirán a elecciones primarias con el viejo censo electoral y el actual carné de identidad de los hondureños.
La desconfianza aflora, entre otras razones, porque en la práctica, ya sabemos que en comicios generales muchos vivos no han podido votar por no aparecer en los listados, pero si han ejercido el sufragio muchos muertos.
El recién creado Consejo Nacional Electoral no emite todavía un comunicado oficial en el que se le garantice a la ciudadanía y los partidos políticos que se respetará el cronograma electoral.
Para ahondar más en la difícil situación política y social, además de la emergencia por el coronavirus, tampoco se han aprobado las reformas electorales indispensables para garantizar que los próximos comicios sean transparentes, creíbles y democráticos.
Por el bien del país y su gente, es necesario que todos pongan de su parte para hacer los verdaderos cambios y transformaciones necesarias, que garanticen y fortalezcan la democracia en Honduras..